sábado, 17 de marzo de 2018

Las amargas lágrimas de Petra von Kant


Cuál será el misterio, por el cual una persona llega a confundir amar
 a otra persona con  poseerla.

Amar y ser amado, ¿no es acaso lo que todo ser humano anhela? Parece sencillo, sin embargo las relaciones humanas son complejas, por lo tanto, por qué no habría de serlo también el amor. Ah, el amor.... quién podría definir bien qué es en verdad el amor, ¿es un conjunto de sentimientos que nos unen a otra persona? ¿sentimiento relacionado con el afecto y de él resultan una variedad de actitudes, emociones y experiencias? ¿Es esto el amor? Y si así fuera, ¿cómo es que se pierde el límite y pasamos a la posesión del ser amado por miedo a perderlo?
Cada noche, en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, se representa "Las amargas lágrimas de Petra von Kant", de Rainer Werner Fassbinder con la maravillosa dirección de Leonor Manso. 
En esta oportunidad, el espectador se enfrenta a un drama oscuro con una historia sencilla; pero llena de complejidad. 
Petra von Kant (interpretada con una entrega inigualable por Muriel Santa Ana) es una diseñadora de moda de mucho éxito, vive con Marlene (Miriam Odorico) su secretaria y esclava, es fiel a su "dueña" porque la ama, y a pesar de mostrar una mudez simbólica se hace advertir siempre. Estos dos personajes son los únicos constantes en escena, pero la obra nos presenta un mundo femenino de seis personajes que irán desfilando en el único espacio, de carácter claustrofóbico, casa estudio de Petra, en el cual el centro es ocupado  nada menos que por una cama.
 Una mañana, la visita  su amiga Sidonie(Dolores Ocampo), quien le presentará a una joven de 30 años, Karin Thimm (Belén Blanco) con la excusa de ofrecerle trabajo. Petra se perderá al enamorarse por primera vez de una mujer. No solo le da trabajo y promete convertirla en una modelo famosa, sino que también la invita a vivir con ella. Este será el principio del fin, ya que empezará una relación tempestuosa. Durante la convivencia, la joven Karin disfrutará de los lujos y comodidades que la diseñadora le brinda, pero esto no garantiza la felicidad a Petra, ella tendrá angustia y dudas, ya que no sabe si Karin está con ella por amor o por interés. Luego de seis meses de vivir juntas, en los cuales von Kant da y se entrega en exceso a quien ama con locura, es abandonada. Karin regresa con su marido. En este momento, la protagonista terminará de perderse en la desesperación, en el coñac, en el miedo y en la soledad. 
Durante ochenta minutos, los espectadores estarán atentos a la variedad de sentimientos y emociones que se ponen en juego durante la obra. El autor, nos presenta, el dolor de las relaciones humanas y de pareja, nos muestra el amor no correspondido, el deseo que tortura y pasiones que explotan. 
Es interesante la reflexión sobre el desdoblamiento de personalidad, incluso eso puede apreciarse en  los espejos que reflejan a estas mujeres, mujeres que sufren crisis y confusiones. Y no olvidemos, los artilugios  opresivos que se dan en la relación de pareja.  Incluso hasta el final de la obra, los espectadores estarán reflexionando, sobre los celos y los límites entre el amor, la posesión y la libertad. La libertad, otro concepto clave en la obra de Fassbinder. Concepto que se termina de poner de manifiesto cuando Petra, decide darle la libertad a Marlene. Más de un espectador tratará de entender porque  se va en vez de aceptar la libertad que se le ofrece. Habrá que pensar o recordar, que la libertad viene con el compromiso de reflexionar sobre la propia existencia. Para Marlene, tal vez, era más fácil aceptar la opresión y seguir muda como los maniquíes del estudio.
El elenco se completa con las actuaciones de Marita Ballesteros, quien interpreta a la madre de Petra, una mujer que nunca hizo nada, que fue mantenida por su marido primero y luego por su hija; también Victoria Gil Gaertner que hace de Gabriele, hija de Petra, una niña muy bien educada pero vive alejada de su madre en un instituto de excelencia. La dirección de Leonor Manso se aprecia en cada detalle de la puesta. Y para concluir, apostaría que si Rainer W. Fassbinder tuviera la oportunidad de ser espectador de la obra, aplaudiría de pie de ver tanta entrega y pasión  de parte de las actrices. 

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